Ricardo y Carmen son personas que saben vivir. Que viven como quieren.

Llegan a casa después de un día largo. Sin obsesión por la productividad. Conocen sus esfuerzos. Son positivos y se sienten bien. Enteros, cansados pero llenos de vida.

Hoy saben que sus proyectos maduran, cambian, avanzan y saben que su familia y su gente son uno de sus grandes proyectos.

Les ha costado tiempo filtrar, escoger a qué atender, qué escuchar y qué no. Para su trabajo y su negocio: estrategia, comunicación, digitalización, ventas, marketing

También han coleccionado inputs valiosos, ideas nuevas, ángulos que cambiaron desde su tiempo de estudios. Han trabajado en su mentalidad: cuándo y cómo aguantar, cuándo soltar, cómo automotivarse, cómo hablarse a sí mismos, cómo mantener el equilibrio…

Unas veces con sonrisas, otras con entrenamientos, otras con reflexiones.

Equilibrio y propósito. Sin estrés. Claridad y armonía.

Un estado sereno, tranquilo, donde el éxito en su carrera y su vida personal se integran sin problemas.

Daniel, por su lado, sólo vive como puede.

Intenta sin resultados lograr equilibrio y éxito moviéndose a salto de mata: estudiar ventas, hacer yoga, buscar la mindfulness, mejoras en los negocios, técnicas de hacer cosas nuevas o de dejar de tener hábitos viejos. Todo a trozos, a trompicones, sin conexión, sin contexto, escuchando siempre a un maestro o un gurú nuevo. A salto de mata.

Aprendiendo a leer en un alfabeto con la mitad de las letras.

¿El secreto de los primeros?

Sólo se concentran en una cosa: desarrollar y entrenar, de modo continua, su Mirada Directiva.

Mirada Directiva

Esa habilidad que te mete en la cabeza, y en la actitud, la mirada del cóndor, el detalle del microscopio, la paciencia del jardinero, y la precisión del escultor, que saca detalles perfectos de un bloque de mármol. Todo junto. Todo equilibrado.

La Mirada Directiva es mucho más que un modo de mirar,

es una manera de vivir, y de construir futuro.

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